¿Los usuarios se aseguran de que el ascensor esté a la altura del piso, antes de entrar o salir? Si se detiene en desnivel, ¿pulsan «alarma» y aguardan la ayuda de personal calificado, o intentan zafar por sus propios medios? ¿Fuerzan el cierre o la apertura de sus puertas automáticas? ¿Presionan a repetición la botonera? ¿Realizan movimientos violentos dentro de su cabina o golpean sus paredes? ¿Lo utilizan en caso de tormentas eléctricas, incendio o inundación?¿Sobrepasan su capacidad de carga máxima?
El buen uso del elevador garantiza, además de su disponibilidad y larga vida, la prevención de incidentes. Sin embargo, las estadísticas, que abundan en indolencias y negligencias cotidianas (sea por desconsideración, imprudencia o desconocimiento), dan cuenta de la diferencia entre el uso y el abuso de los ascensores.
Más allá de los requerimientos técnicos en cuanto al mantenimiento del aparato, de la actitud precavida de los usuarios dependerá en buena medida el cuidado de su propia integridad física. Si no se observan medidas efectivas mediante una firme toma de conciencia, no ha de alcanzar para reducir los riesgos y la posibilidad de accidentes.