¿QUE VEINTE AÑOS NO ES NADA?

Haber acumulado una antigüedad de veinte años importa para un ascensor estándar un signo de envejecimiento o, en términos de uso, un extenso recorrido en el complicado camino de sus condiciones de seguridad. Baste con observar que, a lo largo de dos décadas, un elevador habrá viajado aproximadamente 460.000 kilómetros. 

Mientras el ascensor fatiga su vida útil de servicio, la expansión edilicia que, en mayor o menor medida, experimentan las ciudades determina un ingente incremento del tráfico de pasajeros, a la vez que nuevos requerimientos, reglamentaciones y normativas. 

Ese vasto proceso desafía las innovaciones tecnológicas para mejorar la performance de los equipos. Si el mantenimiento de los aparatos es imprescindible, no lo es menos su oportuna modernización.